JUEVES Y VIERNES
20 hrs.
Teatro “Stella Inda”
Programa
ACTO I
Escena 1 – Prólogo
Escena 2 – Recuerdo
Escena 3 – Colapso
ACTO II
Escena 1 – Idilio
Escena 2 – Transfiguración
Escena 3 – Disolución
ACTO III
Escena 1 – Confrontación
Escena 2 – Hijo
ACTO IV
Escena 1 – Limbo
Escena 2 – Lamento
ACTO V
Escena 1 – Despedida
Escena 2 – Heredero
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Rogelio Sosa, compositor
Juan Ayala, idea original
Emma Bertrán, libreto
Fernando Feres dirección de escena, escenografía e iluminación
Isabel Aguerrebere movimiento corporal
Macedonio Cervantes, escenografía
Estela Fagoaga vestuario
Oscar Enríquez videasta
Josué Cerón, barítono
Catalina Pereda, mezzosoprano
Carmina Escobar, soprano
Luis Pablo Osorio, tenor
Alex Bruck, viola
María Lipkau, violoncello
Dafne Vicente Sandoval, fagot
Omar López, saxofón barítono
Jacob Wick, trompeta
Sólo el más grande artificio de las artes escénicas, la ópera, es capaz de abordar con la determinación implacable que ésta exige, la más delicada de las situaciones de la existencia contemporánea: la catástrofe del egoísmo. En cinco actos que caen como martillazos sobre la escena, nos enfrentamos al resentimiento y a la falta de sentido que reina al final de los días de 3 personajes que, alguna vez, fueron una familia. La institución del amor conyugal ha sido reducida a un recipiente de amargura y arrepentimiento y el legado de Roberto, el protagonista, se nos presenta como el inevitable retorno ya no de la culpa, sino de la fatalidad de sus decisiones. Es la elección del über mensch contemporáneo, una apuesta que el espectador conoce bien: sacrificar la felicidad en virtud del éxito económico, la perfección y la productividad. “¡Odio sus números!”, reprocha el hijo del protagonista.
Más que una trama que camina y sufre por los vericuetos de una intriga, cruzando lugares predecibles del melodrama, el espectador es enfrentado a un paisaje emocional de intensos cuadros, cercano al más puro teatro expresionista, con su simultaneidad de tiempos que nos llevan a un desenlace que no es tal, sino el principio de una espiral trágica, una suerte de eterno retorno al que somos invitados a ver en toda su simultaneidad de momentos. No obstante, el espectador no tiene que reconciliarse con las consecuencias que siempre regresan como si fueran un destino inescapable, que mejor vale la pena abrazar. ¿Hay algo que en el nombre del amor hacemos siempre equivocadamente? “Fue un crimen altruista”, señala la Sombra, personaje oscuro como la música que nos acompaña en un espacio modelado por una escenografía espectral y minimalista, análogo al desolador paisaje emocional de la actualidad.
En Riesgo, los elementos formales dejan de ser exclusivamente el vestido y la cosmética de un argumento, y los diálogos adquieren en la música toda su precisión dramática. Más que ahondar en algún tipo de psicología, las masas sonoras buscan en cambio recrear la terrible textura anímica de nuestra época, magníficamente plasmado en el libreto de gran 19 concisión, antinaturalista, escrito por la joven española Emma Bertrán. Y quién mejor para traducir la atmósfera adecuada a este despiadado universo íntimo, que el compositor y músico experimental Rogelio Sosa, que consolida el tono de la obra entera sin dejar respirar al espectador, aprovechando espléndidamente los artificios de la electroacústica para abordar los estados que emanan de los personajes, en su caída hacia la verdad horrorosa del engaño. Sin embargo, no hay una moraleja ni hay un destino incognoscible, sino la del aterrizaje realista y brutal en el elemento ético de la decisión, con todos los riesgos que siempre, en cada momento, se imponen a nuestras acciones. Riesgo muestra las enormes posibilidades del género operístico para dar vida a los problemas contemporáneos, considerando sin embargo, los retos formales, logísticos, financieros y estéticos que representa. En la primera edición del Festival de Arte y Ópera Contemporánea se ha tomado, literalmente, ese riesgo, con la certeza de que los creadores jóvenes convocados poseen el potencial para sorprendernos y dar nueva vida a este género del drama, con necesario espíritu de experimentación.
Carlos Prieto Acevedo